El héroe ha de recorrer el camino solo, dejándose acompañar y apoyar por otros a veces, otras veces buscando maestros que nos vayan iluminando el camino. Aquí aparece el Ermitaño. Es un lugar en el que hemos de entrar y conectar con esa lámpara que nos da luz. El camino empieza a dibujarse y aunque todavía hay mucha oscuridad alrededor nuestro, vemos una luz que nos va guiando. Pasamos por momentos de alegría, la cuarta de las emociones básicas y otros momentos giramos la mirada a nuestro alrededor y vemos la oscuridad y eso asusta. Volvemos a entrar en el miedo y la desesperación. Empezamos a hacer las cosas diferentes. Después de la etapa de introspección empezamos a soltar una parte de nuestro carácter que ya no nos sirve, pero todavía no hemos descubierto ese nuevo yo. Entramos en una fase de introspección para redescubrirnos. No hemos de negar lo que nos ha servido tanto tiempo, sólo despedirlo y encontrar esa manera nueva de vivir la vida y de relacionarnos, porque de lo contrario nos vamos a la otra polaridad. Si no sabíamos poner límites, ahora los ponemos en todo y a todo el mundo sin dejarnos sentir si es lo que realmente queremos. Esta fase si se vive desde la curiosidad es muy nutritiva. Es experimentar cómo me siento haciendo y relacionándome de una manera que nunca he hecho. A veces aparece la culpa, el miedo al rechazo y un montón de emociones que nos llevan a pensar que ojalá nos hubiéramos tomado la pastillita azul. Pero el héroe no desiste de su aventura y de su objetivo y sigue adelante con lo que aparezca.
Seguimos…
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